lunes, 11 de agosto de 2014

El Cerro del Mosquito

     Correr siempre viene bien especialmente tras un curioso día en el que parece que se han alcanzado ciertas metas. No cabe duda de que debemos tener fe en nosotros mismo y ser conscientes de lo que sabemos hacer bien aunque a veces necesitamos pruebas por mucho que confiemos en nosotros mismos. Si la prueba es pecuniaria, la cuenta sigue irremediablemente al descubierto.

      Al final del día conviene abandonar la vorágine. Encontrarse con uno mismo en la carrera, en el esfuerzo, en el sudor. Comienzo la carrera acompañado de mi flamante iPhone 4 de segunda mano con buenas referencias. No presto mucha atención a la música porque en mi cabeza suena otra distinta, mi cabeza alterna en un bucle sin fin "I've been up and down and over and out and I know one thing..." con "Cuando en tus oidos resuenen los aplausos por tu éxito que no se te olvide las risas que provocaron tus fracasos". ¿Por qué un extracto de una canción de Frank Sinatra alternando con un cita del fundador del Opus? Ni idea, así de mal debe estar la cosa.

         El caso es que enfilo el maldito Cerro del Mosquito con una pendiente media del 10% evita que continúe pensando gilipolleces. Me centro en mirar arriba y sacar pecho imaginando que una cuerda tira de él hacia arriba para facilitar mentalmente la ascensión porque hoy quiero subir rápido. El último pensamiento antes de centrarme en pensar que no me duelen las piernas, que no me quema el pecho y que lo que tengo por delante es una mariconada comparada con lo que tienen que pasar muchas personas cada día son las palabras de mi compañero.

          "La verdad es que me mola el momento, en cierto modo lo estaba esperando pero a mí ni el bien me asombra ni el desdén me hiere" citando a Amós de Escalante, curiosamente familiar de buenos amigos. ¿Cuántas veces habré leído ese poema en la pared de la compañía?

             A lo que vamos. Tengo la extraña sensación de que Steve Jobs antes de morirse y de alguna manera que no llego a comprender me introdujo, por el orto sin mi permiso y por supuesto sin yo notarlo , una "cookie" que me ha llegado al cerebro y se conecta automáticamente con el iPhone de marras porque cuando las piernas pesan, los pulmones arden y el corazón retumba en tus oídos, se ha puesto a sonar esto.


                   Y por fin he puesto atención a la música que estaba sonando. Algunos ya vamos tarde para ser el más grande, siempre midiendo contra uno mismo por supuesto, pero no por ello vamos a dejar de intentarlo, ¿o no?.

              Estas canciones a mí me dan impulso, como el desodorante. El suficiente para presentarme ante el 15% o más de desnivel los 100 metros finales de la Cuesta del Mosquito. Y ahí la "cookie" ha vuelto a entrar en acción y ha mandado al shuffle a Nueva Zelanda.


              Creo que asciendo como lo haría uno de estos del vídeo aunque la realidad es otra. En lo que yo subo el cerro una vez cualquiera de estos lo subiría dos veces. ¡Qué perra es la realidad! Eso sí, no dejes que te joda un buen momento.

              Una vez más subo corriendo, cada vez más lento eso sí, el Cerro del Mosquito. Llegará el día en que no pueda pero intento retrasarlo lo más posible o morir en el intento. Hecha la cima, la "cookie" me da el azucarillo.


                      No sólo el "Aleluya". De esta canción me fascina la frase "Your faith was strong but you needed proof" que yo que hablo inglés que te cagas la interpreto como me da la gana queriendo pensar que por mucha fe que se tenga en uno mismo siempre se necesitan pruebas de que vas por el buen camino. ¿Le suena?. Lo he puesto en el primer párrafo.

                Sólo quedan por delante 4 kilómetros totalmente llanos. Me olvido de la música trasladando mis neuronas a la caja de la nada. Permanezco en la nada dos kilómetros hasta que la "cookie" me demanda el sprint final.


                                      "...cago en mi puta vida! ¡El himno de infantería! ¿Cómo no vas apretar con esto?. Va, a alargar la zancada." Mira que es bonito "...y la patria a quién su vida le entregó en la frente dolorida le devuelve agradecida el beso que recibió". Mira que es bonito más todavía si fuera verdad.

                    Y por supuesto me acuerdo de mis compañeros, de cómo siendo todos distintos, seremos compañeros de por vida porque siendo todos distintos siempre respetaremos el sagrado deber de no dejar a ninguno atrás de acudir en su auxilio con razón o sin ella por muchos años que pasen, por poco que nos veamos. Porque cualquiera de nosotros podemos ganar o perder, caer o salir victoriosos pero cualquiera que fuere el reto o quien nos faltare el respeto tiene que saber que quién ante él se presenta puede aguantar cantidades inimaginables de sufrimiento antes de darse por vencido y, ahí precisamente, reside nuestra fuerza. No somos capaces de matar de un golpe, ni pellizcando en el trapecio pero soportamos y resistimos lo que otros no pueden.

                  No sé de dónde he sacado esta admiración por la resistencia o la "resilencia" que lo llaman ahora, pero hasta mi perrilla se ha ganado mi admiración cuando el viernes de madrugada decidió que no la palmaba. "Vale entonces, si tú no te quieres morir yo voy a esforzarme por recuperar todo lo que sé, por poco que sea, de todos los años de cursos de primeros auxilios para que aguantes una noche más". Y ahí está la cabrona que se quiere escapar del veterinario.

                 Y usted, que por error está leyendo esto, pensará. " Y éste que está como la maraca izquierda de Machín, ¿llega o no llega?". Claro que llego. Llego triunfal con un tiempo de mierda pero contento. Claro, al ritmo del tema que la "cookie" de Jobs le sale de los cojones para terminar.


                     ¡Coño! Horses de Chris Rea. Esta también tiene significado, el Jobs sabía cosas. Hubo un tiempo en que yo corría, lo que se dice correr de verdad. Pregúnteselo a aquel que tuvo la brillante idea de meterse con mi madre. Pensaba que se iba a escapar calle Atocha abajo y, digamos que le intercepté a los 20 metros con salida desde parado y él lanzada. En aquellos tiempos subía el Cerro del Mosquito a 220 pulsaciones como el que oye llover. Siempre esprintaba al final, exactamente en el mismo tramo donde ahora me pregunto cuánto cojones queda. Años atrás veía como la figura de Lile, mi vecina, que paseaba a sus Dogos tranquilamente durante horas se iba agrandando. La adelantaba bufando, acaparando todo el aire disponible. Habiéndome ya detenido, mientras comenzaba mis estiramientos, Lile me alcanzaba y con su extrema educación me decía siempre lo mismo "Joven, escucho sus zancadas acercarse desde muy atrás. Corre usted que parece un caballo."

             Y acabada la carrera, curiosamente, se acaba la batería del teléfono.

           Murakami piensa mientras corre. Y yo hago esto, llámelo como quiera.