jueves, 21 de enero de 2010

Bye Bye Life

   
"Me engañan los ojos o el deseo
Donde ayer hubo un teatro ahora es todo calle, o la calle entera es un teatro.
Me engañan los ojos o el deseo"


   Empieza el espectáculo, acomodémosnos en palco o platea para la función "La Muerte". Y nos sentamos, estemos invitados o no porque es espectáculo al que el anfitrión no puede ni invitar ni vetar. ¿Cuantas veces algún involuntario protagonista se hubiera incorporado para decir; "Y tú, ¿qué coño haces aquí?".

    El difunto debe acaparar en esta obra todos los papeles desde actor principal a apuntador y todas las funciones desde director a chico del café. Hay, sin embargo, un papel que se le escapa al fallecido, el de figurante. He visto figurantes superando con creces al mismísimo Marlon Brando, dejando en pañales a la propia Bette Davis, mientras representan el mejor papel de Carmen quedando Mario fuera de escena.


  Mueres solo y solo te enfrentas a lo que viene después. A expensas de que alguien vuelva para confirmar el paraíso demostrando que se gana algo, al morir se pierde todo. Por perder, pierdes de vista hasta el sufrimiento cuando este ha sido grande y prolongado. Salvo escasas excepciones todos los que creen perder algo al ausentarse el difunto, lo recuperan o sustituyen con el tiempo. La vida, por definición, es así y debe mantener su curso alejada de la muerte el mayor tiempo posible y no encontrarse nunca con ella. Desafortunadamente la vida desemboca en ésta al final de su recorrido.  

  Hay un caso en el que muere alguien más, cuando se trata de un hijo. Si existe la inmortalidad está en nuestros hijos. Cuando desaparecemos nuestros hijos perduran, nuestros hijos somos nosotros, así como nosotros somos nuestros padres. Es así, por mecanismos de los que no somos conscientes en nuestro organismo, la supervivencia de la persona reside en dos sondas que se unen para prolongar tu vida más allá de una cápsula ya herrumbrosa, engañando con pequeño truco a la muerte. Así pues si un padre (o madre) es también su hija (o hijo), muriendo el segundo, el primero muere también irremediablemente. No  hay dolor más grande que morirse y seguir vivo ni hay bajeza inferior que censurar las acciones de quien ha perdido un hijo, es imposible.

  Hecha esta apostilla me vuelvo al teatro de la muerte para el último acto. Es la muerte una obra en la que el público aplaude desde el primer acto, sin conocer ni siquiera el bagaje del intérprete. Aplaude, llora, ríe, recuerda y con comida mucho mejor, pero una vez terminada la función se acaban los aplausos. Tras la función por no haber, no hay ni crítica, ni buena ni mala.

  Al final mueres, la vida sigue para todo el mundo. Vives en tus hijos y en esas personas que años después te recuerdan a diario aunque sea un sólo segundo, en esas personas que hacen esa misma mueca que tú al hablar porque se la pegaste, en esas personas que dicen "a ver si me explico" como decías tú, en esas personas que echan de menos tus puntadas milimétricas y botones inexpugnables, en esas personas que recuerdan determinado dos para dos de cierto verano, en esas personas que intentan ser grandes y humildes como tú.




"Que... no se comunique a nadie mi muerte,
O que nadie llore por mí,
Y que no me entierren en tierra sagrada,
Y que ningún sacristán toque las campanas,
Y que nadie pueda ver mi cuerpo muerto,
Y que ningún lloraduelos me siga en mi entierro,
Y que no se depositen flores en mi tumba,
Y que ni un sólo hombre me recuerde, 
Esta es mi voluntad."

Thomas Hardy

miércoles, 13 de enero de 2010

COSAS QUE ME GUSTARÍA HACER ANTES DE MORIRME

  Copio la idea copiada de mi amigo Rodrigo Rodero en su blog. Seré poco original pero ahí va.

1.- Muy personal y ñoña. Tiene que ver con la supervivencia genética.

2.- Pelear un sólo combate, aunque sea aficionado, en el peso crucero.

3.- Cruzar el Atlántico navegando a vela. Si puede ser el Pacífico mejor. La vuelta al mundo sería...puff.

4.-  Gobernar algún país, o incluso pequeño ayuntamiento durante un año altruistamente. 

5.-  Vivir el suficiente tiempo en Baltimore como para conocerlo y vivir para contarlo.

6.-  Vivir el suficiente tiempo en Boston como para conocerlo y saber cómo es. Después da igual.

7.-  Perder el millón de dólares que gana Rodrigo y abandonar Las Vegas muerto de la risa, con Elizabeth Sue por supuesto.

8.-  Un añito buceando en Australia, Nueva Zelanda. Aunque fuera trabajando.

9.-  Demostrar que sé volar.

10.- Ver rayos C brillar más allá de Las Puertas de Tanhauser si es con Rodrigo mejor. Si molesto, dada la intimidad del momento,voy en mi nave.